Pinocho y el Loro- parte 2

-Este es el campo de los Milagros- le dijo el zorro al muñeco-. Haz con las manos un pequeño hoyo en la tierra y pon dentro la monedas de oro.

Pinocho obedecio.

-Ahora-añadio el zorro-, ve a la fuentecilla, coge un poco de agua y riega la tierra en donde las has sembrado.

Pinocho se dirigio a la fuene, lleno de agua uno de sus zapatos y con ella rego la tierra que tapaba el hoyo.  Luego pregunto:

-¿He de  hacer algo mas?.

-Nada mas- respondio el zorro-.  Ya podemos irnos.  Tu, vuelve aqui dentro de una horita.  Veras que habra brotado un arbolito del suelo, con todas las ramas repletas de monedas relucientes…

Tras decirle esto, los dos compadres de despidieron de Pinocho y se fueron.

El muñeco volvio a la ciudad.  Cuando le parecio que era la hora, emprendio otra vez el camino que conducia al Campo de los Milagros.  Mientras caminaba iba pensando «¿ Y si en lugar de mil monedas encontrase en las ramas del arbol… dos mil? ¿Y si en vez de dos mil hubiese…cinco mil? ¿Y si en lugar de cinco mil encontrase… cien mil? ¡Oh!, que gran señor seria! ¡Me haria contruir un gran palacio con mil juguetes para divertirme; unas estanterias llenas de confites, tartas, bizcochos…!

Y asi mientras echaba a volar la imaginacion, llego a la proximidades del campo y lo contemplo con la esperanza de encontrar un arbol con las ramas repletas de monedas.   Pero no vio ninguno.  Avanzo otros cien pasos y … nada.  Penetro en el campo, fue hasta el mismo hoyo donde habia enterrado las monedas, y… ¡nada!  Entonces se quedo pensativo y se rasco durante un buen rato la cabeza.

En aquel momento le llegaron a sus oidos unas grandes carcajadas.   Se volvio y vio en lo alto de la copa de un arbol un viejo loro de un tamaño bastante grande.

-¿Por que te ries?- le pregunto Pinocho con la voz encolerizad.

-Me rio porque me hecho conquillas debajo de las alas.

-¡Uhm!-dijo Pinocho.   Y sin añadir nada mas, se dirigio a la fuente, lleno de agua el zapato  y se puso a regar de nuevo la tierra que recubria las monedas de oro.

Entonces otra risotada, todavia mas impertinente que la primera, se dejo sentir en medio del silencio del campo.

-¡Pero bueno!-grito Pinocho-.  ¿Se puede saber, loro maleducado, de que te ries?

-De ti pobrecillo Pinocho.  De ti que eres tan estupido que crees que el dinero se siembra y  recolecta, como las habichuelas y las calabazas.  Recuerda que, para reunir con honestidad un poco de dinero, o lo consigues mediante el ingenio.

-¿Que quieres decir? No te entiendo-dijo el muñeco.

-¡Tranquilo Pinocho! Me explicare mejor -dijo amablemente el loro-.  Has de saber que, mienras tu estabas en la ciudad, el zorro y el gato han vuelto a este campo, han cogido las cuatro monedas de oro que habias enterrado en el hoyo y luego han echado a correr.

Pinocho se quedo con la boca abierta… Y nosotros lo dejaremos ahi, para que pueda meditar con ustedes acerca de las sabias palabras pronunciadas por el loro.

Carlo Collodi.

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