Anansi, la luciérnaga y el tigre

Una tarde de primavera, hace mucho, mucho tiempo, la araña Anansi, estaba descansando bajo la sombra de un olmo cuando una luciérnaga pasó volando.

Al verla, los ojos de Anansi se iluminaron: ¡se le había ocurrido una excelente idea!

— Hola amiga luciérnaga, detén tu vuelo y conversemos un momento.

La luciérnaga se detuvo y después de haber conversado un buen rato, Anansi la invitó a colectar huevos en el gallinero vecino.

Está bien —dijo la luciérnaga—. Ve a mi casa cuando llegue la noche.

A Anansi le encantaban los huevos y la luciérnaga era, sin lugar a dudas, la compañera ideal para cualquiera que necesitara moverse en la oscuridad.

Anansi esperó a que llegara la noche para correr a casa de la luciérnaga. Juntos partieron hacia el gallinero vecino e ingresaron a hurtadillas en él.

El gallinero estaba muy oscuro, la luciérnaga abrió sus alas y cuando lo hizo, se iluminó como un faro. Con toda esa luz, Anansi pudo encontrar los huevos.

Los huevos eran del granjero vecino, pero a Anansi poco le importaba quién era el dueño. Dichoso, puso todos los huevos que se encontró en una canasta que él mismo había tejido.

— Es hora de colectar mis huevos— dijo la luciérnaga.

Anansi negó con la cabeza.

—Estoy demasiado cansado — respondió—. Creo que mejor me llevo estos huevos a casa. Otro día colectamos los tuyos.

La luciérnaga se sintió engañada y dijo muy furiosa:

—Adiós entonces.

Y se fue volando tan rápido como pudo, dejando a Anansi en completa oscuridad.

Anansi caminó en la oscuridad durante mucho, mucho tiempo sosteniendo con cuidado su canasto, pero sin la luz de la luciérnaga no pudo encontrar el camino de regreso.

De repente, vio una casa y llamó a la puerta. Una voz muy áspera preguntó quién era:

—Soy yo, Anansi, tu buen amigo —Él había reconocido la voz del tigre.

El tigre asomó la cabeza por la ventana y reconoció a la astuta araña que lo había engañado en otras oportunidades, pero el tigre también era astuto:

—Pasa mi querido amigo —dijo dulcemente.

Anansi tenía frío, estaba cansado y no le gustaba la oscuridad, así que entró gustoso a la casa del tigre.

—¡Mira esos huevos tan frescos y deliciosos que traes! —dijo el tigre al ver el canasto—. Vamos a hervirlos y tener una merienda de medianoche.

Antes de que Anansi pudiera decir una palabra, el tigre puso a hervir los huevos, una vez listos, se sentó a comerlos.

— Anansi, te apetece un huevo —dijo el tigre.

Pero la araña prefirió no molestarlo o peor aún, enfurecerlo, así que respondió:

—No, no, está bien.

El tigre esperó hasta que Anansi mirara para otro lado y se comió todos, TODOS los huevos. Luego, puso una langosta en el fondo de la olla y la cubrió con cáscaras de huevos para que pareciera que quedaban muchos de ellos.

—¿Te quedarás a pasar la noche? —preguntó el tigre con una sonrisa grande y maliciosa.

Anansi asintió con la cabeza, temeroso de los relucientes y afilados dientes del tigre.

Durante la noche, Anansi se pellizcó una y otra vez para mantenerse despierto. Cuando escuchó al tigre roncar, caminó de puntillas hasta la cocina, metió la mano en la olla y la langosta lo pellizcó con fuerza.

—¡Ay, ay, ay! —gritó de dolor.

—¿Estás bien? —preguntó el tigre desde su habitación.

—Muy bien —respondió Anansi—. Discúlpame por despertarte.

Unos minutos más tarde, lo intentó de nuevo. La langosta lo pellizcó y Anansi pegó otro chillido.

—¿Estás seguro de que te encuentras bien? —preguntó el tigre.

—¡Hay muchas pulgas en esta casa! —respondió Anansi en medio de lágrimas.

—¿Pulgas? —dijo el tigre, fingiendo estar muy enfadado—. ¿Cómo te atreves a insultarme en mi propia casa?

Rugiendo, el tigre saltó sobre Anansi. Anansi corrió hacia la puerta lo más rápido que pudo. El tigre se detuvo a carcajearse mientras observaba a la truculenta araña correr maratónicamente fuera de su casa, hasta alcanzar el bosque.

—¡Esto le enseñará una lección! — exclamó el tigre muy complacido.

Y es verdad, Anansi nunca regresó a casa del tigre y tampoco volvió a colectar huevos ajenos con la luciérnaga.

Paola Artmann

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