La Reina de las Nieves -2

Para Kai, todo era feo y perverso y el amor había abandonado su corazón. Su único recuerdo hermoso era el de la Reina de las Nieves.

Con el pasar del tiempo, llegó el invierno acompañado de una tormenta de nieve. Kai se montó en su trineo con destino a la plaza de mercado, en medio del camino pasó cerca de él un trineo de hielo conducido por una hermosa mujer de piel muy pálida. Ella lucía un espectacular abrigo blanco. Kai la reconoció al instante: ¡era la Reina de las Nieves!

—Ata tu trineo al mío, iremos de paseo por la tierra y el cielo —dijo la hermosa mujer.

Nunca antes la Reina de las Nieves había conocido a alguien con un corazón tan frío como el de ella. Juntos, la reina y el niño recorrieron colinas y montañas. Luego, ascendieron por el aire atravesando nubarrones mientras escuchaban el rugir del viento y las olas del mar. Pronto, ambos se encontraban tan cerca de la luna que podían sentir su frío resplandor.

Sin embargo, a partir de ese instante, no se supo más de Kai. Su familia y las personas de la ciudad lo buscaron sin cesar, pero no pudieron encontrarlo. Sin una mejor explicación, pensaron que Kai había caído al río y que encontrarlo sería imposible pues sus aguas estaban congeladas.

Con el corazón roto, Gerda esperó el verano para que el río se derritiera. Entonces, acudió a la orilla para ofrecerle sus zapatos a cambio de Kai.

Conmovido por la bondad de la niña, el río le respondió:

—Pequeña niña, me has ofrecido lo único que tienes de valor, pero tu amigo no está entre mis aguas.

De repente emergió un pequeño bote y el río habló de nuevo:

—Súbete al bote, yo te ayudaré a encontrar a tu amigo.

Entonces Gerda se subió al bote y navegó en el río por horas hasta llegar a una casa de ventanas rojas y azules rodeada de un jardín de verano eterno.

—Este es tu destino —dijo el río—. En este lugar encontrarás respuestas.

Gerda llegó a la orilla y caminó hacia la casa, una anciana descansaba en su mecedora.

Paola Artmann

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