Cuento El pordiosero y La Fortuna

Un pobre limosnero iba arrastrandose de casa en casa. Lllevaba en la mano unas alforjas muy viejas, y en cada puerta pedia una limosnita para comprar algo con que alimentarse. Qujandose de su suerte, el infeliz preguntaba por que los ricos nunca estaban satisfechos y siempre deseaban mas.

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-Aqui- Decia- vive el dueño de esta casa.  Lo conozco bien. Tenia un comercio importante y se hizo ha mucho tiempo maravillosamente rico.  Si hubiera dejado entonces a otra persona sus negocios, habria podido vivir en paz todo el resto de sus años.  Pero, ¿que hizo? Pues construyo buques y los envio a traficazr con paises extraños, pra enriquecerse mas.  Pero en el mar se formaron tempestades, sus buques naufragaron y las olas se tragaron todas sus riquezas.  Sus esperanzas estan ahora en el fondo del oceano, y los tesoros se desvanecieron como los sueños de una noche.

Y estos casos-prosiguio el pordiosero- son numerosisimos.

En cuanto a mi, si tuviese no m,as que lo necesario para comer y vestir, me creeria dichoso.

En aquel momento pasaba la Fortuna por la calle. Vio al pordiosero y se detuvo. _ Escucha _ le dijo_ , hace tiempo que deseo ayudarte.  Abre tus alforjas, y sostenlas para recibir el oro que voy a regalarte.  Pero esto ha des ser con una condicion.

Todo la que vaya a parar a las alforjas sera oro; mas cada moneda que caiga al suelo se convertira en polvo.

¿Estas enterado?

Tan satisfecho estaba el pobre que no pudo contenerse.  Abrio sus alforjas y en seguida caya en ellas un torrente de oro.  El Zurron comenzo a pesar de un modo excesivo.

-¿Basta ya?- preguno la Fortuna.

-Todavia no.

-¿No temes que revienten tus alforjas?

-No hay temor alguno.

Las manos del pordiosero empezaron a temblar. ¡Ay, que no durase siempre aquel rio de oro.!

-Eres el hombre mas rico del mundo.

-Un poquito mas_ exclamo el mendigo_.  Otro puñadito.

Hay demasiado. Podrian desgarrarse tus alforjas.

-¡Un poquito mas, nada mas que un poquito!

Cayo otra moneda, y las alforjas reventaron.  El tresoro vino a tierra, convirtiendose inmediatamente en polvo.

La fortuna desaparecio, y el pordiosero se quedo solo con sus alforjas desgarradas.  Estaba tan pobre como antes.

«La avaricia rompe el saco»

es un refran verdadero, como lo demuestra el caso

el avaro pordiosero.

(Cuento ruso)

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