Los duendes y el zapatero -2
Daban las doce cuando dos pequeños duendes desnudos aparecieron de la nada. Los duendes se subieron a la mesa de un gran salto y se pusieron a coser. En un santiamén terminaron todo el trabajo que el hombre había dejado preparado. De un salto desaparecieron y dejaron al zapatero y a su mujer estupefactos.
– ¿Te has fijado en que estos pequeños hombrecillos que vinieron estaban desnudos? -dijo el zapatero a su mujer.
– Podríamos hacerles pequeñas ropitas para que no tengan frío dijo al zapatero su mujer -dijo ella.
El zapatero estaba de acuerdo con su esposa. Y ambos se pusieron a trabajar. Cuando acabaron dejaron colocadas las prendas sobre la mesa en lugar de los patrones de cuero, y por la noche se escondieron tras el mueble para ver cómo reaccionarían los duendes.
Dieron las doce y aparecieron los duendecillos. Al saltar sobre la mesa parecieron asombrados al ver los trajes y, cuando comprobaron que eran de su talla, se vistieron y cantaron:
– ¿No somos ya dos chicos bonitos y elegantes? ¿Porqué seguir de zapateros como antes?
Y tal como habían venido, se fueron. Saltando y dando brincos, desaparecieron.
El zapatero y su mujer se sintieron muy contentos al ver a los duendes felices. Y a pesar de que habían anunciado no volvieron nunca más, no los olvidaron, pues estaban muy agradecidos por todo lo que habían hecho por ellos.
El zapatero volvió a trabajar y, como su trabajo era tan famoso, nunca más le faltaron clientes. Y fueron muy felices.
Hermanos Grimm





