La leyenda de la araña -1
La princesa Uru era la heredera al trono del Imperio Inca. Su padre la adoraba y deseaba que en un futuro, cuando él dejara de ser rey,
ella se convirtiera en una gobernante justa y querida por su pueblo. Por esta noble causa se había esmerado en educarla de forma exquisita desde el día de su nacimiento, siempre rodeada de los mejores maestros y asesores de la ciudad.
Desgraciadamente la muchacha no era consciente de quién era ni de lo que se esperaba de ella. Le daban igual los estudios y no le importaba nada seguir siendo una ignorante. Lo único que le gustaba holgazanear y vestirse con elegantes vestidos que resaltaran su belleza.
Por si esto fuera poco tenía muy mal carácter y se pasaba el día mangoneando a todo el mundo. Si no conseguía lo que quería perdía los nervios y se comportaba como una joven malcriada y déspota que pasaba por encima de todo aquel que le llevara la contraria. Así eran las cosas el día en que su padre el rey falleció y no tuvo más remedio que ocupar su lugar en el trono.
Los primeros días la nueva reina puso cierto interés en escuchar a sus ayudantes y actuó con responsabilidad, pero una semana después estaba más que aburrida de dirigir el imperio. Harta de reuniones y de tomar decisiones importantes, comenzó a comportarse como verdaderamente era: una mujer frívola que solo rendía cuentas ante ella misma.
Una mañana, de muy malos modos, se plantó ante sus secretarios.
– ¡Todo esto me da igual! Yo no quiero pasarme el día dirigiendo este imperio ¡Es el trabajo más aburrido del mundo! Yo he nacido para viajar, lucir hermosos vestidos y asistir a fiestas ¡De los asuntos de estado que se preocupe otro porque yo lo dejo!
Fueron muchos los que intentaron hacerla entrar en razón, entre ellos el consejero real.
Señora, eso no es posible… ¡Usted debe comportarse como una reina madura y responsable! ¿Acaso no se da cuenta de que su pueblo la necesita? ¡No puede abandonar sus tareas de gobierno!
Mundo primaria