La niña de la caja de cristal -2

Un grupo de niños jugaban y reían felices en la calle, sin darse cuenta de que una chiquilla de su misma edad les observaba desde una celda de cristal. La pobre empezó a llorar. Enormes lágrimas resbalaron por sus mejillas y se sintió muy desdichada. ¡Solamente deseaba ser como los demás!

De repente, un duende apareció por sorpresa y, pegando su nariz a la caja, la invitó a unirse a los chiquillos. Pero la muchacha negó con la cabeza, pues no podía abrirla de ninguna manera.

El duende, apenado, silbó a los chavales y todos se acercaron a ver qué sucedía. Cuando vieron que había una niña encerrada en una caja transparente intentaron liberarla, pero resultó imposible.

El viento, que ese día soplaba fuerte, se compadeció y acudió en su ayuda en cuanto vio lo que estaba sucediendo. Ordenó a todos que se apartaran y sopló y sopló hasta que la caja de cristal se rompió.

La niña sintió una ráfaga de aire fresco en la cara, aspiró el aroma de las flores y escuchó fascinada el canto de las cigarras, que casi había olvidado. Después, descalza como estaba, empezó a corretear y a tirarse sobre la hierba para sentir su frescor. ¡Qué felicidad! El color regresó a sus mejillas y sus ojos recobraron el brillo de antaño.

Cuando nadie lo esperaba, su madre apareció y se asustó al descubrir que su pequeña había sido liberada y estaba riendo y saltando con varios niños y un duende de traje verde y sombrerito de pico. Su primera reacción fue reprenderla y decirle que era una insensata. ¿Y si alguien le hacía algo? ¿Y si se caía y se lastimaba? ¿Y si…?

Pero se paró a mirarla detenidamente y la vio tan feliz y tan llena de vida, que se acercó, la abrazó con mucho amor, y después fue a por una escoba para barrer los cristales y olvidarse de la caja para siempre.

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