El campamento de los niños perezosos -2
Uno de los muchachos se acercó al maestro y le pidió ayuda. Su equipo no sabía montar la tienda y él tampoco.
El maestro Marvin acudió encantado y les ayudó con su característico entusiasmo.Todos colaboraron con menos pereza de lo habitual y cuando acabaron, se sentían tan contagiados del entusiasmo de su profesor que fueron a ayudar a sus compañeros.
Poco a poco, todos los chicos se empezaron a animar. Cuando terminaron fueron a buscar leña para encender la hoguera. Y, sin saber cómo, se encontraron cantando al calor de la lumbre las canciones que el maestro Marvin había ido cantando incansable durante todo el camino.
A la mañana siguiente estaban tan cansados que no tenían ganas de levantarse, hasta que les llegó el delicioso olor del chocolate caliente que estaba preparando el maestro Marvin para desayunar.
El olor del chocolate caliente los animó para todo el día, y se lo pasaron genial haciendo todo tipo de actividades y excursiones.
Cuando volvieron al colegio, los padres de los alumnos del maestro Marvin no se lo podían creer. ¡Los chicos llegaron cantando! Incluso les dedicaron unas danzas guerreras al llegar.
– ¿Cómo lo ha conseguido, profesor Marvin? -preguntaron los padres.
– Es sencillo. El entusiasmo es contagioso, aunque a veces es necesario mucho esfuerzo -respondió el maestro Marvin-. Y si no es suficiente, el chocolate nunca falla.