Las manchas del jaguar -1
Como a todo buen felino le encantaba pasear por el bosque envuelto en la oscuridad de la noche y escalar la montaña durante el día, pero sin lugar a dudas su afición favorita era lamer su propio pelaje, tan amarillo y brillante como el mismísimo sol. Para él era fundamental mantenerlo limpio, no solo para sentirse más guapo y aseado, sino también porque era consciente de que suscitaba una enorme admiración. Sí, presumía un poco de pelo rubio, ¡pero es que se sentía tan orgulloso de él que no lo podía evitar!
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Una tarde de verano estaba dormitando bajo un árbol de aguacate cuando de repente se sobresaltó al escuchar unos ruidos rarísimos sobre su cabeza.
– ¿Qué ha sido eso?… ¿Quién anda por ahí perturbando el descanso de los demás?
Miró hacia arriba y contempló extrañado que las ramas se agitaban y parecían chillar. Abrió sus grandes ojos y al enfocar la mirada descubrió que se trataba de tres monos que, para entretenerse, estaban compitiendo a ver quién arrancaba más frutos maduros en menos tiempo.
Entre sorprendido y enfadado les gritó:
– ¡Un respeto, por favor! ¿No veis que estoy durmiendo la siesta justo aquí abajo? ¡Dejad ese estúpido juego de una vez!
Los monos estaban pasándoselo tan bien, venga a reír y a saltar de una rama a otra, que no le hicieron ni caso. De hecho, empezaron a lanzar aguacates al aire para ver cómo se despedazaban y lo salpicaban todo al chocar contra el suelo. ¡Les parecía un juego divertidísimo!
El jaguar, que ya tenía una edad en la que no soportaba ese tipo de tonterías, empezó a perder la paciencia. Muy serio, se puso a cuatro patas, levantó la cabeza, y rugiendo les enseñó los colmillos a ver si se daban por aludidos. Nada, como si no existiera.
– ¡Estoy harto de tanto alboroto y de que desperdiciéis la comida de esa manera! ¡Poned fin a la juerga o tendréis que véroslas conmigo!
Por increíble que parezca ninguna amenaza surtió efecto y los monos siguieron a lo suyo. Por poco tiempo, eso sí, pues la mala suerte quiso que uno de los aguacates se estrellara en el lomo del jaguar. El golpe fue intenso y se retorció de dolor.
Cristina Rodríguez Lombo.