El jardín de Dulceflor -1

Érase una vez una joven princesa llamada Dulceflor que soñaba con tener el jardín más bello del reino. Cuando llegó su cumpleaños sus padres le regalaron un terreno enorme para que lo cultivara como a ella más le gustase, y le dieron también toda clase de semillas y herramientas para ello.

Dulceflor, muy agradecida por el regalo, empezó a trabajar en su jardín. Al principio trabajaba sin descanso. Pero pasaban los días y Dulceflor empezaba a cansarse. El jardín con el que ella había soñado tardaba en florecer, y ella se sentía cada vez más triste y desanimada.

Un día pasó por allí un hombre con aspecto misterioso. Al ver a la princesa trabajar con tan pocas ganas, se acercó a ella y le preguntó:
– ¿Qué te ocurre, princesa? ¿Por qué estás tan triste?
– Mi jardín no es tan bonito como yo lo había imaginado -respondió ella-. Todas las niñas de mi reino tienen hermosas flores en sus balcones y yo todavía no he visto florecer ninguna en mi gran jardín.

– Tal vez pueda ayudarte el hombre-. Toma esta poción mágica y echa unas gotitas de ella en tu jardín. Al día siguiente comenzarán a brotar las flores pero deberás ser tú quien con tu trabajo y esfuerzo lo mantegas hermoso. De lo contrario el jardín se convertirá en tierra seca en la que no volverá a crecerá nada.

– ¡Gracias, buen hombre! Haré lo que me has dicho-dijo entusiasmada la princesa. Y se fue a regar su jardín con aquella poción mágica.

Cuando Dulceflor se despertó a la mañana siguiente encontró que de su jardín habían brotado las primeras flores. Pero éstas todavía eran muy pequeñas y no podían competir con las de las otras niñas del reino. La princesa estaba muy desanimada porque no era eso lo que esperaba encontrarse.

– ¡Ya sé! Seguro que si echo unas gotitas más de la poción mañana tendré un jardín muy profundo y lleno de flores.
sí que esa tarde cogió el frasquito pero de tantas ganas que tenía de tener el jardín más hermoso del reino…acabó echando el frasco entero.

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