El león y la espina

Había una vez un león que vivía en el bosque y se alimentaba de las presas que encontraba a su paso.

Un buen día, durante un lindo paseo, el pobre animal se clavó una espina en la pata e intentaba sin éxito sacársela porque sufría dolor al apoyarla. En su camino se cruzó un pastor que iba con su rebaño.

El león, algo desesperado por la molestia, le pidió al pastor que se la extrajera y aunque el pastor no estaba muy convencido de acercarse a él, finalmente accedió a ayudar al animal.

Tras extraerle la espina, el pastor siguió su camino sin que el león intentara hacerle daño. Puesto que recientemente había devorado a otro cabrero, decidió perdonarle la vida.

Pasado el tiempo, el pastor fue condenado a morir en el anfiteatro arrojado a los leones a causa de la una falsa acusación. Llegó el día de la sentencia y cuando todos los leones se disponían a devorar al pobre pastor, el león que había sido ayudado por el pastor, lo reconoció y gritó: “Este es el hombre que me sacó la espina de la pata”.

Al oír dichas palabras, todas las fieras se sorprendieron y decidieron no darle bocado por haber ayudado a un compañero suyo.

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