El mago y las manzanas -2
Dora llevó a su amigo a su casa y le ofreció algunas manzanas. Ramón, muy contento, se las llevó y se fue muy agradecido.
Cuando Ramón se fue, llegó otro amigo de Dora que se llamaba Luis que, muy triste y hambriento, le dijo:
– Dora, llevo más de dos días sin comer. En mi casa no tenemos nada. ¿Sabes dónde puedo encontrar comida?
Dora sacó varias manzanas y se las dio a Luis para que las comiera con su familia.
Luis, es un secreto y no se lo puedes contar a nadie – dijo Dora
Luis se fue corriendo a su casa para comer las manzanas y Dora se quedó mirando la cesta. Ya sólo quedaba una manzana y Dora tuvo muchas ganas de cogerla y comérsela. Pero no se atrevió porque en su casa todavía había algo de comida y quería guardarla por si más adelante ella o alguien tenía hambre.
De repente, un hombre con barba blanca y muy larga apareció en su casa. Era el Mago de las Manzanas Mágicas.
– Dora, ¿qué has hecho con las manzanas mágicas? – le preguntó el mago.
Dora, muy asustada, le contó al mago que había dado varias manzanas a varios amigos que tenían mucha hambre. Cuando le enseñó la cesta el mago, muy sorprendido, le dijo:
– ¡Pero si sólo queda una manzana!
Dora se puso muy nerviosa y no sabía qué hacer. Quiso pedir perdón al mago por no haber guardado más manzanas, pero el mago, con una gran sonrisa, llevó a Dora fuera de su casa.
Cuando Dora salió, vio como todo estaba lleno de comida y como todo el mundo comía y reía.
Te dije que si dabas un buen uso a las manzanas la magia continuaría y la magia ha hecho que siempre haya comida para todos y nadie vuelva a pasar hambre – dijo el Mago
Todos los habitantes agradecieron a Dora que hubiese sido tan buena compartiendo las manzanas con quien tenía hambre en vez de comérselas todas ella y aprendieron que siempre es mejor compartir con los demás todo lo que tenemos.