La corta historia de los libros largos
Cuento
Los pequelibros estaban tristes. Esta vez los grandes y famosos libros no solo se habían reído de ellos, los habían echado.
Pero si casi no se os puede llamar libros. Apenas tenéis letras y sois todo dibujos – había dicho un libro de montones y montones de páginas de letra diminuta.
– No dejaremos que os coloquen a nuestro lado en la librería. ¡Sois libros de mentira! -dijo otro, muy serio y elegante.
Pobres pequelibros: ni siquiera les dejaron un rinconcito en las librerías, ni en las bibliotecas. Acabaron amontonados en desvanes y almacenes.
Los grandes libros estaban contentísimos. En las librerías ya solo entraba gente adulta e inteligente porque ya no había allí nada que atrajera a los revoltosos niños. Estos se quedaban en la puerta, así que los libros ya no tenían miedo de que los agarraran sin cuidado o les arrancaran y ensuciaran las hojas.
Así consiguieron salvarse, haciendo leer a los niños poquito a poco, para que crecieran como adultos que amasen los grandes libros. Y para que nadie olvidase lo que había estado a punto de ocurrir, escribieron la historia en este pequelibro, y se lo regalan a todos los que miran a los libros con pocas palabras y llenos de dibujos como si no fueran libros.
P/Pedro Pablo Sacristán