Rescate en la nieve -2
Marco ayudó a su padre a acomodar a aquel hombre en la parte trasera del coche y a quitarle aquella ropa húmeda para taparle con una manta. Marco se ocupó de él y del pobre perro durante el camino de vuelta.
La madre de Marco, temiéndose lo peor, había llamado a los servicios de emergencias y tenía preparado todo para recibir a los posibles heridos. La niña avisó a su madre cuando vio llegar el vehículo.
-¡Mamá, ya llegan, ya llegan!
Los servicios de emergencias estaban a punto de salir tras las huellas del todoterreno, pero ya no fue necesario.
Cuando Marco y su padre llegaron, cogieron al hombre y lo metieron en la cabaña para valorar su estado y se lo llevaron al hospital.
El perro pasó con Marco y su familia la noche. Al día siguiente fueron a visitar al hombre al hospital, que se recuperaba de su aventura.
-Gracias, amigos -dijo el hombre-. Os debo la vida. Me llamo Claus.
-El mérito es de tu perro, Claus. Sin él nunca te hubiéramos encontrado. Lo estamos cuidando hasta que te recuperes.
-Gracias de nuevo, vuestra generosidad y valentía serán recompensadas.
Al día siguiente era el día de Navidad y Marco volvió de nuevo al hospital, pero Claus ya no estaba. Las enfermeras le dijeron que se había recuperado milagrosamente y se había ido esa misma noche, pero que había dejado una nota para él.
“Tengo que marcharme para cumplir una importante misión. Cuida de mi perro hasta que vuelva, por favor. Con cariño, Claus”
El niño se marchó entristecido por no ver a su nuevo amigo, pero al mismo tiempo se puso contento de saber que estaba recuperado.
Ni Marco ni su familia volvieron a saber nada de aquel hombre. Pero desde entonces todas las mañanas de Navidad hay junto a los regalos una carta especial para Marco que dice:
“Gracias por cuidar a mi fiel amigo.”
Marco sabía que la compañía de aquel perro era su recompensa por haber sido tan valiente. Y, aunque nunca volvió a ver a Claus, sentía que estaba muy cerca, y el espíritu de aquella aventura le acompañó para siempre.