El Misterioso llanto de La Llorona (leyenda )- parte 3
Los dias de angustia aceleraron el parto. Asistida unicamente de una fiel sirvienta, dion a luz un niño al que llamo Juan de la Cruz, como su progenitor. Una tarde recibio la noticia que tanto temia: don Gracian habia arribado al Puerto Caballos.
Al borde de la locura, tomo al niño al anochecer y vestida de negro, atraveso el Barrio de La Parroquia hasta llegar a la orilla del rio Las Vacas.
Sin pensarlo, hundio al recien nacido en las frias aguas…
La luz de la luna ilumino las ultimas burbujas cuando el cuerpo del pequeño dejo de agitarse.
Celso Lara Figueroa.
Ella lo solto en la corriente del rio…
Fue entonces que el cuerpo de Maria se crispo, la suave figura que tantos admiraban se retorcio. Su hermoso rostro se desfiguro mientras emitia un pavoroso grito de angustia que hizo aullar a los perros de toda la Ciudad. Arrastrando su vestido negro, la espectral figura se perdio en la noche oscura, condenada por toda la eternidad a lanzar espeluznantes gritos sobrenaturales. AAAAAAyymihiiiiijoooooo.
Desde aquella noche, nadie volvio a saber del pardero de la bella Maria de los Remedios. Angustiado, Angustiado el fontanero la busco en vano pero nadie sabia nada de ella ni del niño.
Un dia, casualmente escucho la conversacion de unas mujeres que recogian agua en la toma que el arreglaba. Ellas hablaban en voz baja, comentaban los gritos de la noche anterior, dedcian que era una mujer que hundia las manos en las fuentes de agua y llamaba a su hijo, eran gritos horrendos que a ratos se oian cerca y a ratos lejos. Un escalofrio recorrio la espalda de Juan de la Cruz al comprender lo que habia pasado con su amada y su hijo.
El fontanero envejecio como las leyendas, cuidando la fuente del Barrio de los Naranjitos, donde la vio por primera vez, a las ocho en punto de la mañana, cuando llamaban a misa.
La viejas comenzaron a llamar a esa mujer «La Llorona», porque estaba condenada a vagar de noche por las calles, llorando y buscando a su hijo por los lugares donde hay agua que corre. Pero tambien ganandose las almas de los incredulos, de aquellos que no creen que si oyen el grito cerca es porque realmente anda lejos; pero al escucharlas lejos, muy lejos, es cuando en realidad la tienen a su lado, justo a la par y entonces, ya es muy tarde para correr.
Celso Lara Figueroa.